lunes, octubre 17, 2016

Estados de ánimo, poemas de lo abstracto.

(Proyecto en construcción)

Estado de ánimo 1


Correas que sujetan las palabras
a la rueda inflexible de la boca.
Maria Angeles Perez


Correas que sujetan las palabras,
espíritu humano en tensión
músculos entumecidos
y garganta en incendio.

Un ladrido embozado
los colmillos como nevados
exigiendo cóndores sobre sus picos.

La palabra, eco inaudible
en el afuera
estruendo en el adentro.

Correas que sujetan las palabras.
Poesía amordazada.



Estado de ánimo 2


La piel del agua se mece
lentamente.

Imposible saber, desde esta sola superficie,
qué piedras
qué tierras
arrastra la corriente.

Tiembla el agua como una niña asustada
y bajo ella
la hondura se vislumbra abismo
que hala,
que hala.



Estado de ánimo 3

Agita la escoba cuidadosa el aire
los perros como niños bostezan
las moscas liban libres, de plato
en plato, el azúcar.

El sonido del violín se entremezcla 
con el de una sierra en la distancia,
y sin embargo
ni los objetos
ni los cuerpos
se perturban con su ruido.

Crucificadas las cebollas, las zanahorias, las acelgas,  
sin dolor se ofrendan al almuerzo.
Los ajíes insidiosos duermen.
Ya despertarán.



Estado de ánimo 4

Sobre los bananos
la mañana de los pájaros
es agua y canto.
Su vuelo es un orden feliz y misterioso.
El corazón amarillo, alrededor del cual
gira el mundo, nos abastece.
El verde es rotundo y la vida
un manojito de barro
una osa que hiberna
la bolsa de un marsupial donde crecer.

Es este pedacito de cuerpo
y de tierra.



Estado de ánimo 5

Flotar dentro del pozo
como el ganso
sin gravedad que obligue a estar en pie.
Descansar del peso de los músculos
como quien vacía un vaso de agua.

Parecen de piedra y barro las piernas.
A pesar de ser más cortas las jornadas
el cansancio es mayor.

Flotar sobre la cama 
como el ganso blanco 
hacia los ojos cerrados.



Estado de ánimo  6

El cuello, sostén, como las patas,
de una mesa,
rígido.
Adentro se anudan
las tripas
se amarra el estómago.
Las mariposas que en él suelen volar
derrumbadas.
Sus alas quietas.
Los ojos siguen mirando el mundo
queriendo no mirar.
Los ojos desean volverse el mar
y no pueden. Navegar, y no pueden.
Todo ha de estar amarrado.
Es prohibido que el vino desate lo que la vida ata, 
para defenderla de la muerte que acosa.

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martes, septiembre 27, 2016



Les comparto esta publicación que amablemente ha realizado, de algunos
poemas míos,  Zeuxis Vargas.

https://seshat.co/2016/09/27/3-poemas-de-maria-tabares/


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miércoles, septiembre 14, 2016


La espera es el poema
que nada bajo agua.
La letras invisibles
por revelarse con el fuego,
la huella del pájaro
no recordado,
el poema que la garza escucha
junto a la vaca,
las uñas de los perros contra el suelo,
su ritmo de caballo.



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Un decir desconocido en la garganta
que empuja y no sale del cuerpo,
el crujido del estómago
sin saciar,
un sueño despierto
aún no revelado.


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sábado, agosto 27, 2016

Llueve
podría empezar diciendo
y sería un engaño.
Llueve, dice el poema que leo.

Poética la palabra agua
que empuja la escritura
y hace verdad decir que llueve,
aunque haya dejado de llover hace una hora.

La soledad mojada
es más densa,
más selvática.
más prolífica.

Sin el agua
las raíces plenas de sequía

-->
son solo polvo entre los huesos.




María Tabares, julio 2016

domingo, junio 19, 2016

Tras el camino la memoria ejerce su tamiz

Recién llego del sol
de ascender al risco de los cóndores
secos los ríos del cuerpo
la boca cuarteada por la sal de los cielos 
Despojo la aridez  del aire.
que aún sangra en las narices
el vértigo a las alturas que escalofría incluso al pájaro
y los animales muertos
que hicieron por días del cuerpo un templo
contra el  frío.
Guardo para mí
el silencio de los perros en las puertas
del hambre y el polvo.
Las mujeres como cabras 
incansables ascendiendo las laderas
los aguayos cunas a la espalda.
La poesía de los amigos dulces 
con voz ronca y hojas de coca en las encías.
El laberinto infinito de la nada 
nuestra pobre necesidad humana de cercarlo
 “Ladrón pillado será quemado vivo mismo”
grito y desamparo dibujado en las paredes.
El lago Titicaca
sus senos vírgenes blanquísimos iluminados
y frente a sus aguas mi cabeza sumergida
                en el dolor del sorojchi.

Borges, el esclavo

                                 
                                   un diálogo con el poema Tamerlán

Timur el Cojo, ramadán de ocho mil kilómetros de tierra,
¡toda Asia Central!
ungió con su implacable espada al hombre de ojos agotados
obligándolo a esculpir sobre la piedra
la huella de su paso desgastada por la bruma del tiempo.

Fue su dama, Zenócrate hija de Egipto reencarnada,  
quien susurrara a mi oído la existencia de ese talle en el vacío de la piedra,
de ese preguntarse acerca del miedo insosiego de quien conquista
frente a la espada y la cabeza de la víctima,
frente al espejo roto que devuelve la imagen dibujada
con la pluma de la culpa.

“Yo soy, yo seré siempre, aquella espada”;
“Yo soy los dioses” ; “Yo soy los astros”.
“Y sin embargo…”, dice el poema.

Fue ella quien pronunciara para mi, exclamativa,
por primera vez su nombre: ¡Tamerlán!
Quién también acercara a Borges, amanuense esclavo,
otro de tantos de este Dios erudito e iletrado
para profanar su tumba sin importar la maldición.

Por qué ¿quién, que no fuera el mismo Borges
podía traspasar el recinto sagrado del silencio, a pesar de la sentencia?
Quién, que no fuera él, exhibió actos y cuerpo para todos,
hasta llegar hasta mí, añosa niña de ojos asombrados que
                                                                                  toda historia desconoce,
para asegurarse que jamás quedará en el olvido.