
Hay despedidas
secas como higos con espinas,
no nos hacen llorar
aunque nos duelen
caudalosas, como multitudes de gente
trashumante que se suicida por las ventanas
de nuestros ojos
ligeras,
moronas de pan en los andenes
no dejan rastro en las barrigas
de los pájaros
otras, cotidianas,
como el simple adiós al levantar la mano
tienen el poder de hacer girar los cuerpos
y que nos den la espalda
También hay de otras,
orgullosas,
como monumentos estoicos en los parques
los perros los orinan
las palomas los ensucian
la gente los olvida
y no los llora nadie
Sin excepción, todas,
evitan la gangrena de las cosas
son una herida abierta
en un pedazo de la carne
para que fluya la sangre