“Los metieron
todos a una fosa
les echaron diesel y
prendieron fuego.”
Ayotzinapa (México).
Periódico El mundo.
“¡Viva la
cacería!"
grita el tirano.
grita el tirano.
La sangre de una
joven dibuja
un corazón sobre
las piedras
rota la cabeza
como un cuenco de barro
sin remiendo.
A pesar de la
quietud
la falda arrastra
todavía la reciente carrera
el caudal entre
las venas
la libertad blanca
de los muslos
contra el
viento.
En su mano
izquierda guarda
una manzana
invisible.
“¡Han de caer para siempre los incómodos!”
ordena.
“¡Tanto sueño
estúpido!”
“¡Que se atrevan
a sentirse protegidos creyendo que,
por ser muchos,
no nos temblará la mano!”.
La dulzura, inerte, se pudre como una flor.
¿Cuál habrá sido
su pecado?
Horrorizados los
vientos se arrodillan,
los pájaros, las
ventanas, las puertas,
los ratones.
Las moscas por su propia voluntad
se hacen unas solas con
los vidrios
las sopas, las
aguas estancadas.
Nadie puede ni
quiere el movimiento.
Moverse es pecar
tres veces,
cometer un
sacrilegio.
Hombres, mujeres
y niños se tapan la boca
con las manos, permanecen
a oscuras
guarecidos en
sus casas.
Las nubes atónitas atraviesan con sus ojos
la debacle
sin llorar.
¡Réquiem!
¡Réquiem!
Por milésimas de segundo
el mundo
abandonado de sí mismo
es un cuadro al óleo, una pintura:
la sangre seca por
el suelo
junto al rostro
dibuja un
corazón.
El segundero del
tiempo
reinicia su indiferencia.
Comienza otra vez el olvido.
Detalle del cuadro "Homicidio fuera de casa" Pintor: Jakub Schikaneder (1855-1924)
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