lunes, noviembre 21, 2016

Estados de ánimo 2. Poemas de lo abstracto

1
Pretendo la eternidad sin moverme. Lo más quieta que la ansiedad permite. Veo volar a una mariposa como un árbol ve cruzar a una nube. Soy el árbol. El movimiento pequeño de los dedos, el movimiento de sus hojas. Permanezco en idéntica quietud a la de Átis, la perra a los pies bajo la mesa, y perturbo lo menos posible el aire. Soy como el agua que aguarda en las manos de la piedra, reflejo del sol, tibieza adormecida.



3
La luz del sol entra por la ventana y grita: La vida está viva, ¡Alégrate! Despréndete de la muerte. Todo morir es un nacer de otra manera.
                       


4
Así como Nina ladra al viento, yo escribo y es una manera particular de ladrar. Qué dirá ella cada vez que interfiere el aire, mueve sus mandíbulas y alerta su cuerpo. Cuánto dirá sin que yo entienda. Así, esta escritura que se dice a sí misma, este ladrar, el cuerpo en tensión, esperando que algo o alguien le de sentido, la rescate.


5
Tengo ya el color de la arena oscura, y ha sido tanta la tierra levantada por mis pies, agrietando los ojos, haciéndolos arder, sustentando el árbol creado exclusivamente con las hojas de los días. Todos los intentos por encontrar la palabra han sido en vano: aullidos de un animal famélico, aunque como ahora se engañe cuando la quietud le regala esta forma de saciedad haciéndole creer que lo suyo es el lenguaje. Callo entonces. El silencio, amansado, asustado, se resguarda en el cuerpo por unos días. Pero la pulsión continúa existiendo adentro callada, y crece, crece, hasta que no resiste más y vuelve con su hambre.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde la pupila donde todo surge, se conmueve y muere, contemplo esta composta poética, en plena fermentación, y aspiro en su perfume un algo que estremece.