Las hojas caen,
los troncos de las cabezas blancas
exhiben los caminos de la savia,
su piel, agrio color de nuez y
leche,
los dientes el hueso oxidado por
causa de la espuma.
Es este, un cuerpo desconocido
casi enemigo.
Imposible dejar de preguntarse, si
esa ruina,
devastada, no ha sido siempre el verdadero
yo.
La luz se sienta en
el otoño,
oblicua, cansada,
y deja ver el rostro del mundo
más bello, más profundo y hondo .
más bello, más profundo y hondo .
Ninguna otra luz como su luz.
Atrás viene el invierno.
Pero el frío también protege lo vivo,
lo arropa entre sus manos
Pero el frío también protege lo vivo,
lo arropa entre sus manos
y evita que muera a la intemperie.
No siempre es la última estación el
invierno.
Lo porvenir no necesariamente es la
muerte.
Playa del Carmen, septiembre 2014
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