Al comenzar la
batalla las balas cruzaban
cargadas de silencio
y abismo.
Todo decía
urgencia y no se sabía de qué.
La vida era el
grito de una recién nacida
aunque una mordaza
rotunda le taponaba la boca.
Los amaneceres tenían
la alucinada iridiscencia del ácido
y la poesía era un
invento vano que no nombraba.
Solo existía,
real, cada quien consigo mismo
oculto en su poquito corazón.
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oculto en su poquito corazón.
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