viernes, mayo 02, 2014

Sibaris


Desploma el sol
su transparencia sobre el campo.
La enredadera con sus flores
clava silenciosa la lujuria en el aire
y el perro y el gato,
los más comunes de los comunes,
navegan la misma barca del sueño de los dioses
al vaivén de la tibieza.

El pasto más alto que existe sobre la tierra pretende el cielo.
Intenta con sus manos deshilar las nubes
mientras dos vacas, terneras aún,
rumian juntas la mansedumbre y el tiempo.  

Es eterna en este momento esta felicidad 
sin resquicio.
Nada parece poder atentar contra ella
ni la espina de Wilde
ni el ala de Juan, herida por el rayo.

Sin embargo, sin querer estas palabras
con su sombra la visten
cuando mi único deseo es nombrarla.

Pero es tan difícil escribir sobre la dicha.
Hasta la más hermosa palabra la opaca
con su niebla.  

.

1 comentario:

leonardo dijo...

Tocas aquí un tema complicado que también me obsesiona. La última y bella estrofa lo dice todo, en particular el último verso.
No sé si exista una poesía dichosa, o una poética de la dicha (excluyendo la temática amorosa, claro), habría que estudiar el tema con seriedad, preparar una antología. Sin duda el fugaz haikú japonés lo ha explorado. Nuestras palabras ( y cuando digo nuestras me refiero a muchas lenguas y comarcas) parecen haber vendido su belleza a las tinieblas.