Fue el mío un mar de enormes eucaliptos
olas verdes
y fue el canto de las sirenas
el de los pequeños copetones.
El sol entibió mi desnudez por la ventana
y un rosal de pétalos pegados con engrudo
enraizó en las paredes de mi alcoba.
De ello nada queda.
Un ilusionista de pie frente a mi cama
a mis cinco años a mis diez a mis veinte
con gestos malabares esfumó
al sol a mi cuerpo y al rosal.
Hoy voy a cumplir cincuenta años.
Por su culpa sólo me rodean los fantasmas.
Sigue de pie junto a mi cama
sin descanso
haciendo con todo lo que he hecho
lo que habito y lo que hago
su maquiavélico espectáculo.
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