lunes, agosto 27, 2007

ALEGRÍA

En el estruendo de esta larga, silenciosa y horrenda despedida
en la desolación de este adiós tan absurdo, tan lentamente criminal
alégrate, alégrate, mujer, porque los dioses
los impasibles dioses de la calamidad nos conceden el privilegio
de que nuestras heridas no tengan nunca cicatriz ni alivio

Tendremos, como todos los humanos, una separación
Pero a partir de ese momento nuestras horas serán ya irreparables
como las de los dioses. Alégrate, mujer; alégrate
porque no quedará un solo lugar sobre la tierra
donde podamos encontrar el olvido, la paz, el apetito, el sueño

Alégrate mientras se pudre mi nombre en tu boca
y piensa que ese sabor podrido será el partero de tus hijos
y será la penumbra que confunda las caras de tus otros amantes
y será finalmente el embozo protervo que acudirá a arropar tu último frío:
¿pudiste alguna vez soñar una fidelidad mayor que esta desgracia?

En cuanto a mí, tu nombre ya es azufre en tus encías
y no quiero otro dulce que esa yel no otro sabor que este castigo
mientras pasen los años tumefactos, serviles, miserables
que habré de taladrar a voces y con cólera
hasta el instante misericordioso de la aniquilación

Alégrate de este dolor porque no va a cesar
Alégrate por esta ausencia infame que será nuestro nudo
Alégrate por esta ciénaga que es la distancia donde chapotearemos sin
poder [escapar
Y cuando llegue el odio, alégrate del odio, alégrate, mujer
porque el odio será el más espléndido escalón de esta escalera que
subimos [juntos

Alégrate, mujer. Canta conmigo a estos dioses siniestros
que nos conceden este sino de rabia y de fidelidad y de la alegría.


FELIX GRANDE

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