sábado, agosto 23, 2014

También


…y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;
pero algo estuvo muerto.

Guadalupe Grande


En furia las piedras golpean
un oscuro y subterráneo grito. Son
un tumor crecido
que bien podría llamarse odio.

El día aparenta una cotidiana vida
tan pacífica
tan de la sopa en la cocina
las zanahorias en la huerta
y las mariposas sobre los tomates volando
distraídas.

No existe donde escapar.
La felicidad sin ésta, la casa, perdió el camino.

Aunque… adentro…
las habitaciones estén todas ocupadas
las tazas de la vajilla, doce puestos o más,  
en uso
y el anfitrión ofrezca su mesa
(¿la nuestra?)
sin reserva.

Sentados o de pie los invitados
destrozan con la boca la carne del silencio
sus voces son bombas de tiempo que explotan
en el patio
estruendosas sierras que asesinan 
el decir de los árboles
o vocecitas nauseabundas 
de falsas recién nacidas.

¡Duele esta sordera de pájaros, de viento, de agua!
¡Duele la nublazón de la luz!

Cuando ésta es la casa y lo es
tantas veces, tantos días,
yo, ahíta, hasta más allá de los límites
cargo la poesía moribunda entre los brazos.

Entonces escucho
-nadie más lo hace -
el desgarrado grito de las piedras.

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