La ventana de esta casa es ciega.
Perdió la capacidad de ver el horizonte
y solo puede mirar hacia dentro.
Pero no es sorda.
Ella escucha
(la otra no podía)
del agua
historias sobre mares con piel de escamas igual a enormes peces
solitarios
calmos a veces, a veces enfurecidos.
Sobre travesías por días, por meses, a cielo abierto,
la libertad sin límites
la tierra un globo de aire
y ser nube el único destino.
De la belleza de lo triste
cuando, como hoy, baja a la
tierra que corona
su cuerpo es neblina, y el paisaje,
cipreses, cedros, arrayanes habitados por la bruma,
venados de rocío
caracoles de piel con manos frías y enfangadas
junto al fogón en algún rancho.
De su nostalgia
tan cercana al cansancio por no tener arraigo
ser siempre efímera y de paso
cuando por todo movimiento desearía la quietud
de un sonajero sobre una cuna
y arrullar a un niño.
Esta ventana nueva
viva
está ciega, sí, pero no es sorda.
En ella se escucha llover maravillosamente.
En ella se escucha llover maravillosamente.
.