viernes, febrero 06, 2015

6:16 pm

Estoy otra vez en la hora que desdibuja el día
y ahonda en los sueños. Escucho el taconeo
arriba de la mujer a su regreso del trabajo.
La ciudad habla más alto y un pájaro
con frenesí pre nocturno canta como si fuera
a perder la voz. A pesar de la premura de todas
y de todos en la calle, a pesar del tráfico,
a pesar del llanto cansado de los niños,
esta es la hora del silencio. Los árboles en el parque
desvisten su color y se disponen a dormir. Las luces
de la casa está encendidas. Su calidez reemplaza
la torpeza, ilumina los miedos.
Esta es la hora en que dentro de mí, sigilosa, se abre 
una puerta por la cual entro.

.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡La hora de la doble luz!

Anónimo dijo...

¡La hora de la doble luz!

leonardo dijo...

mi mamá decía que a esa hora "los burros se morían de tristeza", en especial en algunas geografías nuestras cuyos atardeceres, a pesar de los arreboles, tienen un dejo de tristeza en la voz. Y sí, es verdad, es un buen momento (¿o es un lugar?) para entrar en sí mismo.
abrazos