viernes, noviembre 28, 2014

La hora de los restos

Ellos no se detienen,
caminan ciudades, pueblos.
Su época de siembra hace lunas pasó
devoraron la cosecha. 
Con el cuerpo hacia delante 
-serán los tantos vientos de la vida- 
la piel como escrituras y los ojos de pez, 
mira como por vez primera .
Son pepitas de oro 
o animales disecados implorándole al sol calentar su pelambre
helado, solo.
Desde el principio supieron lo que les sucedería
pero no lo creyeron. Muchos menos que fuera a suceder tan pronto, 
tan de improviso.
Sin norte ni oriente avanzan si retroceder es avanzar.
Solo ellos mismos se recuerdan.
Con las carnes blandas como hongos
hacen fila frente a las ventanillas de Dios:
él les estira la mano pródiga o se la cierra como castigo.                         
Quebrados por el fuego quisieran contar con un lazarillo 
invisible, pero llueve.
Ataviados de fiesta con la tierra entre las uñas
se aglomeran donde otorgan la “despensa”
última posibilidad para elevar el rostro 
y ver el rojo cielo antes que oscurezca del todo.
No serán muchos más los soles 
que despertarán sus cuerpos ni sus dedos, 
hoy raíces con ajena voluntad danzando cada uno 
a su manera.




 


No hay comentarios.: